viernes, 19 de febrero de 2010

Amor para tres

Tal como estaba previsto,
a la hora acordada,
en el momento señalado.
Un sol tempranero
se levanta entre las nubes.
Sus manos se rozan,
por penúltima ocasión.

Se dirigirán por última vez
diciendose sus últimas palabras,
con sus últimos puntos,
y sus últimas vocales,
antes de suspirar;
por última vez,
aún con sus manos en lazo.

Sintiendo suya la decepción,
extrañados de no encontrar
una posible solución
al problema planteado:
“no había tanto amor,
ni tanta generosidad
para repartir entre los tres.”

sábado, 16 de enero de 2010

Tres intentos de poesia (II)

Caer en Gracia

Caeremos por inspiración,
veremos un socavón en el suelo
y nos dejaremos hacer.

Curiosos por los estratos,
sabremos que el pie se meterá
hasta el bello fondo del agujero.
Mas el otro pie querrá seguir
hacia adelante, no lo encontrará.

No hay adelante,
sólo un fosco agujero,
donde la pierna se nos quedó varada.

Porqué tal vez ni lo habías visto,
tan sólo ibas mirando el cielo azul,
los árboles tan bien hechos y las hojas
tan verdes que dan envidia;
ir pensando en los anuncios
por palabras del periódico y en como
suena la meĺodia del móvil
de tu suegra que tan bien te cae.

Entonces, caeremos por gravedad,
tal vez con la cara tocaremos el suelo.
Nos daremos cuenta de la proximidad
del pavimento; de los chicles pegados,
de las cagarrutas de perro sin recoger.

De todo eso que compone nuestra tierra.

Puede ser que nunca la toquemos con los pies,
pero con la cabeza seguro que lo haremos.



Egocentrismo

el bien común gana al individual,
es así como entiendo el mundo,
pero ya es hora de hacer un cambio
radical y exasperante

sólo yo y nada más que yo,
dejaré estúpidas ideologías
para unirme al egocentrismo,
tan en boga actualmente

a la hora de poner la mesa
únicamente pondré mi plato
solamente cocinaré para mi
que aprendan, los otros!

me escandalizaré de las ONGs
me haré un país a mi medida
dónde sólo viviré yo
sin impuestos ni gente como tú

habrá mil playas libres
dónde un millar de sillas, vacías,
esperaran que me siente
antes de que se oxiden

no tendré televisores ni móviles
corrompen el espíritu
y no tendría tanto tiempo
para ver los canales de teletienda

de hembras tampoco tendré
no quiero nada que mate el clímax
del silencio absoluto,
la meditación a tiempo completo

esto haré cuando atraque un banco
con una media en la cabeza
una bolsa de dinero y una mágnum
será la última vez entre tú y yo



soy un cabrón


soy un cabrón dulce y apasionado
soy un cabrón intelectual
sin gafas de pasta

sin clase ni estilo
(me los he dejado en casa, dispensadme)
sin cartera ni grito de revolución

soy el cabrón que se ríe de la desgracia ajena
y de los accidentes de F1 y de los idiotas
que suspiran cuando ven una chica ligera

soy el cabrón que esta ciudad se merece
el mejor de todos

con los cuernos más grandes
con las patas de cabrón más robustas

pena que haya miles como yo
sí no, sería único

martes, 24 de noviembre de 2009

Tres intentos de poesia


Sin saber muy bien porqué

Sin saber muy bien porqué,
me atraganto con el oxigeno enrarecido,
defenestro los sentimientos,
sin saber donde tengo la cabeza

las palabras no salen
-simplemente todo me hace daño-
sentado en el banco del parque
doy de comer a las palomas

pita, pita, pita,
vienen a mis manos
y de mi boca sacan migas
no me importan las enfermedades

mi corazón no aguantara
para verlas crecer
porque explotará de tristeza
sin saber muy bien porqué.

Estoy Perdido
Los mares de oro ya no me hacen flotar.
Me desorganizo corriente abajo por el agua fría
Cada día parece el mismo día. Podrido.
Hablo con los peces de colores del fondo.

No puedo sufrir la rutina. Me mata poco a poco, sin piedad.

Cada minuto que pasa es un navajazo más.

Sin prisa.
Sin piedad.

Te perdiste cuando volaba por el cielo amarillo.
No dijiste nada. Sólo que no flotabas.
De tus manos nacieron pájaros muertos.
Pájaros que cantaban al obituario accesible.

Pasan las noches en mi cama.
Se instalan y no me dejan dormir bien.
Quieren agobiarme y rematarme.

La hoja de afeitar se clava bien.
En mi hombro.

Se que no te encontrare cuando despierte.
Porque ya te he perdido. Ya me he perdido.
El inicio y el final de todo,
la tecla FN de la calculadora.

Tus caricias de final de verano.

Cosas que flotaban en mi yate por los océanos de oro líquido.
Víctimas de los caprichos de Neptuno.
Mal aconsejado por la rutina odiosa.


Cosas que hacer por la tarde
Daré de comer a los gatos,
y después fabricaré bombas caseras
de solidaridad colectiva,
que haré explotar contra los cajeros
dispensadores de maneras antisociales.

No hay día que no vea uno estirado en el suelo.
Con cajas de cartón cubriendo su orgullo.
Y a su lado, alguien saca dinero manchado de mierda.

Pasan por sus máquinas corruptas.
La gente no llega a final de mes.

En la pantalla del televisor se anuncian créditos.
Sólo piden escrituras y coches nuevos
que hemos comprado con más avales y microcréditos.
Cae dinero del cielo que pagarás con dolor.

Y dicen que hacen obra social.
Esto lo pagaran caro.
Las bombas los harán humildes.



domingo, 22 de noviembre de 2009

La mare que...

Avui s'ha mort la mare, la mare de tots els desgraciats. La mare que els va parir a tots, un bon dia qualsevol, tot fent estrènyer les seves cuixes i deixant entreveure el seus cap de nounat -desgraciat- eixint pel seu cony pelut. Sempre, és clar, que hi neixessin de cap i no ho fessin de cul. S'ha mort deixant una generació X al seu darrere, estigmatitzada per les mamachicho al complet, que rebia amb els braços oberts una nova fornada de porno gonzo amb mamades fins al vòmit. No ho ha pogut aguantar pas. Jo tampoc hauria aguantat.

Diuen que quan Déu tanca una porta, obre una finestra. En aquest cas la finestra està tapiada, i a fora esperen els policies per donar'ls-hi guantades als que queden dins. D'això en diuen okupes. Però no em feu gaire cas. És que la mare me l'estimava molt, jo. Tants anys amb ella, la veritat, li havia agafat carinyo. Doncs, estic molt trasbalsat, perquè, entre d'altres, ja no serà el mateix quan em cagui en ella. Sonarà a buit, com un “hola” entre exnovios que es retroben al carrer, com un homeless amb un rellotge Dolce i Gabanna, com una televisió sense programes de merda. Res no serà igual.

Ningú no s'ha fet ressò, tal cop per que una mort menys o més, parafrasejant l'Albert Pla, és només això, una mare menys. I quantes mares no moren a diari, en donar a llum, o envellides a la residència per ancians, o a la carretera al moment menys esperat, o a mans de la seva parella esquizoide? Milions, oi? En tot cas, massa. Podeu revisar els obituaris dels principals diaris, i veureu, que, malgrat els bilions de mencions honorifiques, no hi ha cap nota, cap avís envers el seu decés.

Així que els desgraciats segueixen anant d'aquí a allà, sense parar compte de que ja no tenen mare. Engegant a rodar els plans quan t'aixequen la nòvia, dient-te coses per un cantó i per l'altre posant-te a parir. O potser només es fan vigilants de seguretat. En tot cas, viuen massa atrafegats amb el seu delit de fotre-li la vida enlaire a algun altre desgraciat com per adonar-se'n. Ni una trista rosa a la làpida, ni unes paraules boniques gravades com epitafi a la llosa, cap senyal d'amor post-mortem. No res. El sant camp on descansa ara ella és un àrid desert d'intencions i records.

Tan sols gent com nosaltres ens recordem d'ella; la mare de tots ells. La mare que sempre rep els nostres xàfecs de merda quan un bon dia ens la fan -per que no ho dubteu, un desgraciat sempre està a l'aguait, esperant el moment idoni per fer-nos-la-, i diem, ben clar i amb veu de tró: EM CAGO EN LA MARE QUE ET VA PARIR, DESGRACIAT!

lunes, 8 de junio de 2009

Gol`pes Bajos

No vuelvas la vista atrás,
no hay más escapatorias:
las puertas se nos cerraron.
y no cabe una retirada ahora.

Deberemos afrontar como es,
así és asá, de esta forma resultó,
sin vuelta de hoja,
ni demostración de prueba.

Parece que duele ahí dentro.
pero es dentro de tu cerebro,
que se cree moratones de cera
y ojos morados de vino y coñac.

Golpes bajos en las rodillas,
con palos de criquet,
al pasar delante del monstruo,
no hay que bajar la guardia.

Corremos por los pasillos,
parece que lo hemos perdido,
casi no se escuchan sus pisadas
en las baldosas desmontadas.

De la manera más bella posible
en el día del último atardecer
hasta que las cenizas valgan oro
y el oro valga menos que nada.

martes, 31 de marzo de 2009

Alas de plástico

Sobre las manos, tocando el frío metal, las venas azuladas divergían hacía las falanges, haciendo llegar la sangre hasta las yemas de los dedos, posibilitando asi que Manuel moviera sus manos al sentir el calor helado. La barrera entre lo posible y lo imposible, de saltar o no saltar en marcha, parecía que se encontraba en ese puesto, entre la ciudad que se extiende a sus pies. Debajo suyo, el pavimento rojizo aún parecía firme al tacto. La gabardina beige le ceñía la cintura, que parecia desbordarse, pues ultimamente su dieta se basaba en la bollería industrial del supermercado de la esquina. Bollicaos, panteras rosas, rosquillas glaseadas, mantequilla con sal, sin sal, de sabores, bocadillos de tortilla transgénica, patatas fritas freídas en aceite de couza. Grasas, lípidos saturados, acumulandose dentro de él, el cinturón apretaba. Era la crisis. Comía rápido antes de entrar al trabajo, sin ganas. Un cubículo detrás de otro, millones de cubículos rellenos de especimenes sin personalidad, sin color. Grises al tacto, asperos a la vista. Entraban en manadas a las oficinas, completaban los asientos del metro y autobús, pasadas las ocho de la mañana.

Sube. Baja. Entre las nueve y las diez, alguién gritó demasiado. Los agudos ganaron a los graves y la actividad frenética se responsablizó de no forzar demasiado al capital humano, que se hundía entre los intentos de la sociedad de pararlo todo. Pero la cinética social escapaba a sus deseos, y todo se adentraba en la espiral de raciocinio acelerado, donde hombres y mujeres aceptaban el reto de vivir un rato más en el mundo con el que habian comulgado hasta entonces. Un hombre era víctima de un atraco. En la mano del ladrón, una navaja afilada. En sus caras, miedo e incomprensión. La cartera, el reloj. Corrió con el botín avenida abajo, perdiendose entre las cabezas de la gente desconecedora del hecho delicitivo. Las nubes dejaron que los rayos del sol se introdujeran en las azoteas, la ropa se secaba frescamente en los tendederos, las plantas alzaban sus hojas rezando por unos momentos de paz lúminica; los niños, ajenos a todo, jugaban pateando un balón, con el cometido de meterlo entre dos piedras que simulaban una portería. El timbre del recreó sonó. Iban los niños a aprender a ser mayores responsables.

El sol lo tocó, desde tan arriba que salpicó la gabardina de calor. Se la desabrochó y la barriga tuvo un espacio más donde sentirse a gusto almacenando combustible. Encima, una camisa a cuadros seguía haciendo de tope al calor del sol, que caldeó la barra de metal. Seguia allí parado, esperando que el sol lo tocará como a Ícaro; volar con alas de cera y dejarse caer encima de la Sagrada Familía. El viento de enero movía los flequos de la gabardina cuando el móvil vibró dentro de ella. Se echo mano al bolsillo, pero el móvil no estaba encendido. Su pierna vibraba al son de la canción que se escuchaba a lo lejos, cantada por unas girl scouts que vendían galletas con chocolate. Era la señal que esperaba. Se deshizó de la gabardina, se puso unas alas de plastico deshechable de color verde y azul, ajustandolas en los hombros con correas de nylon. Justo detrás llevaba un pequeño motor de inyección. Cubrió su cabeza con un gorro orejero negro. Y saltó, desde la barrera. Allí abajo no había suelo.

Planeó y planeó, y cuando las corrientes le forzarón a encender el motor, este fue pintando colores de tierra y arcilla entre el firmamento. Haciendo piruetas en espiral, bajando y subiendo encima de las cabezas y las casas poco cuidadas del casco viejo. Allí arriba su barriga no importaba. No importaban sus manos poco cuidadas, como no importaba realmente nada. No tenia hora, no tenia tiempo. Tenia aire entre sus manos, tenia el sol de su lado, y sus alas de plástico no se fundirian al calor del sol. Y así, vió el mar. Estendido, llamandole con sus destellos dorados de la superfície azulada que cada vez tenía más cerca. Paso a ras del puerto deportivo, y siguió volando, sin saber cuanto aguantaría el pequeño motor. Sólo importaba el momento, el dolce far niente marinado, con el olor a salitre y las gaviotes en formación siguiéndole, como una ballena que va a varar a la costa. La ciudad seguía muriendo a cuentagotas, y él revivía de entre los muertos vivientes.

viernes, 6 de marzo de 2009

En comisaría

sale el humo de su boca,
se aupa diligente al piso superior.
sus palabras son entrecortadas,
su pulso es inconstante.

"hoy he matado a un gnomo",

tiene las manos sucias
de sangre seca y
restos de casqueria.

Le pregunté cómo lo hizó:
"lo apresé por el gorro,
que llevaba sujeto al cuello,
después lo corte en dos,"
ha venido por cuenta propia.
no soportaba más
el peso en su conciencia.

soltando lastre criminal se aligera.
el detective jefe entra al trapo.
le interroga, zarandeándalo.

"un ser tan pequeño,
¿porqué lo has hecho?,
¿qué podía hacer él contra ti?"
"Quería saber como era por dentro.
solo tuve curiosidad."
"y que había?"
"cinco cebollinos y un anca de rana."
"yo esperaba que hubiera ensalada.
en cualquier caso usted ha matado,
y debe ser castigado por ello."

lo condujó a la celda,
contigua a mi despacho.

cinco días más tarde, el asesino
seguía con las manos en cruz,
arrodillado, con un libro en cada mano;
por lo menos le quedarían quince más,
y después le darían el tercer grado.

toMarta