Vuelves a sentir la lluvia en la cara,
todo está bien, no te preocupes,
les oyes decir,
lo saben todo y te quieren ayudar.
Te traen un paraguas grande.
Es negro y los arcos están reforzados.
Y ves que todo el mundo va sin él.
Y te sientes estúpido.
Pero sabes que todo está bien.
Nada te preocupa.
Tus amigos están detrás.
Te animan a continuar, no hay meta.
Es continuar hacía cualquier sitio.
Sin embargo, cierras el paraguas.
Te paras.
Miras a tu alrededor.
No llueve y los charcos son reflejos.
Las nubes de tormenta iracundas
parecen espumosos trozos airados.
Toda la vida entre truenos y truenos.
Comenzará a llover, y tus amigos
se quedarán el paraguas.
Tú caminarás hacía la calle de abajo
dónde venden los shawarmas.
Llegarás a casa.
No vale la pena, pensarás.
"Que más dá, si ya todo me da igual,
si ya nada vale nada, nada vale
la pena, nada está a la altura. Ni yo."
Menosprecio más, menosprecio menos.
"La vida es una mierda y el país se va
a la crisis, el anticristo ya está aquí
y ya no queda gente de verdad."
Tus amigos vienen a casa.
Sacan de la chistera un conejo.
Hacen magía con poco y menos.
Pero tu no sabes que decir.
"¡Mágnifico! Me ha encantado."
Aplaudes.
Sabes que algo se te escapa.
Sigues buscando los tres pies al gato.
Ellos se sonrojan.
Son muy buenos magos.
Se van y tu te vas a otro sitio.
En la calle los semaforos son verdes.
No hay gato, pero hay comida en lata.
miércoles, 19 de noviembre de 2008
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